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No se sabe por cuánto tiempo se extenderá la pandemia del covid-19, pero sí es un hecho que ha puesto en jaque a la economía mundial: ha desencadenado una crisis, sin precedentes en el siglo XXI, que crece como una avalancha. El Fondo Monetario Internacional ya advirtió que el PIB global se contraerá 3% y, para hacerlo más claro, representaría la mayor caída desde la Gran Depresión de 1929.

Mientras más sea el tiempo que se prolongue, los indicadores seguirán deteriorándose y resultará más difícil para las naciones calcular cuánto dinero inyectar en la economía y qué otras medidas de emergencia les es posible poner en práctica para atenuar los efectos más inmediatos.

Un contexto nada alentador, en el que las empresas ciertamente no la tienen nada fácil. Sin embargo, soy de la opinión de que deben evitar por todos los medios dejarse arrastrar por esa avalancha. Es tiempo de apretar el acelerador para limitar el impacto que ya está teniendo sobre ellas la pandemia.

Y aunque pareciera un mantra, son momentos para recordar que en las crisis también hay oportunidades de crecer, de poner en práctica nuevas ideas, de ofrecer productos que estén acordes con los nuevos gustos e intereses de los clientes, y de explorar nichos de mercado que antes no se habían tenido en cuenta. Ejemplos ya los hay.

La sobrevivencia o no de las compañías no solo durante la pandemia, sino también después de que pase, dependerá de su capacidad para entender el momento en que se vive y su habilidad de reinventarse y adaptarse a las exigencias de estos nuevos tiempos.

No hay una fórmula mágica, no hay una receta única para salir bien parado de esta contingencia. Las empresas deben idear planes que se ajusten a lo que es el ADN de su negocio. Pero hay algunos aspectos que, a mi juicio, no deberían perder de vista.

Es necesario que las compañías cuiden su talento humano. Hoy más que nunca es una pieza clave porque se compromete y ofrece todas sus habilidades en situaciones como esta; y en la post pandemia tendrá un rol fundamental.

También es importante que establezcan relaciones de confianza con los consumidores y atiendan sus necesidades. A la larga esto dará sus frutos: una mayor fidelidad de los clientes y la imagen de la compañía más fortalecida.

Y, sobre todo, las empresas tienen que ser flexibles para responder rápidamente a las nuevas demandas que puedan surgir en el camino y en las que ni siquiera habían pensado antes.

Es el momento de ser ágiles, de salir de la zona de confort y de tener presente que el futuro del negocio dependerá de cómo sortean la crisis.

Fuente: Tal Cual