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No todos los cisnes son blancos, hay cisnes negros. Pero no siempre se creyó que fuese así. Cuentan que los europeos estaban convencidos de que únicamente existían cisnes blancos. Esa percepción cambió cuando llegaron a Australia en el siglo XVII y constataron con sus propios ojos que había ejemplares con las plumas negras. En esa época se consideraba un hecho altamente improbable, pero ocurrió.

Para Nassim Nicholas Taleb, ensayista, matemático y exanalista de riesgo, el “hallazgo” de esa peculiar ave tiene un significado mayor: ilustra como una sola observación puede echar por tierra una declaración general –los cines son blancos– derivada, en este caso, de miles de avistamientos. Tal reflexión “filosófica-lógica”, como él la denomina, lo empujó a hacer un particular planteamiento.

Taleb acuñó el término “cisne negro” para referirse precisamente a la ocurrencia de eventos de alto impacto –a veces con consecuencias devastadoras–, altamente improbables y solo predecibles en retrospectiva. Desde entonces, se ha popularizado y multiplicado su uso en diferentes ámbitos, entre ellos, el económico y financiero. En su libro The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable, publicado en 2007, explica que es posible identificar estos sucesos porque presentan tres atributos.

Primero, se trata de un caso atípico, pues se encuentra fuera del ámbito de las expectativas habituales, es decir, no hay nada en el pasado que puede apuntar a su posibilidad de ocurrir. Segundo, supone un impacto extremo. Tercero, a pesar de su condición de rareza, lo seres humanos inventan explicaciones sobre su presencia, por lo que se vuelve explicable y predecible.

A lo largo de los años no han sido pocos los eventos catalogados como “cisne negro”, aunque no siempre existe consenso al respecto. Tal es el caso de la pandemia por el covid-19. Para algunos autores, esta enfermedad se pudo haber anticipado, mientras que a otros les basta el gran impacto que ha tenido para que sea considerado un “cisne negro”.

Más allá de esa diatriba, los “cisnes negros” continuarán alzando su vuelo. Ciertamente no sabemos cuándo ocurrirá unos de estos sucesos “imposibles”, porque precisamente esa es su naturaleza, pero sí que tarde o temprano van a ocurrir, y las empresas siempre deben estar preparadas para enfrentarlos.

Es ser proactivas y no reactivas y para ello es conveniente que cuenten con una gestión de riesgos adecuada, que contribuya realmente al control de posibles eventos futuros. Aunque no es la única vía, sí favorece la identificación de amenazas, obstáculos y oportunidades dentro de una compañía.

Sin embargo, no se trata simplemente de aplicar al pie de la letra un manual, es necesario que las empresas estén listas, cuando así se requiera, para también responder a los imprevistos de manera creativa. Al final, echarle la culpa a un «cisne negro» es más fácil que admitir que no se supo anticipar la crisis.

Fuente: Tal Cual